Andrés Cerio<p>Poemas a media voz<p>LA BUHARDILLA DE COLETTE Nº 1 Noviembre/diciembre 2006: febrero 2007

Andrés Cerio

Poemas a media voz

LA BUHARDILLA DE COLETTE Nº 1 Noviembre/diciembre 2006

Muere lentamente,

quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,

no preguntando de un asunto que desconoce

o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Solamente la ardiente paciencia

hará que conquistemos una espléndida felicidad.

Pablo Neruda

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Lugar: Barcelona (Catalunya), Països Catalans

LA MEVA NACIÓ ÉS LA LLENGUA CATALANA (en paraules de Pessoa). Intolerant amb la intolerància i amb qui abandona la coherència pel camí de la vida. La resta no té cap mena d'importància.

18 febrero 2007

JUDITH SANTOPIETRO: Poemario

I

RAÍZ DE VUELO

Hemos caído del insomnio corporal
hacia la cúspide selvática de pasos lentos,
agudos,
entre la rama del soñar que desprendía seres al vuelo:
búsqueda del tiempo elevado,
mar de sobriedad fugaz.
Surcamos la montaña inventando gritos al silencio,
mientras me estanco en la vigía
de un ojo entrecerrado que acecha mi conciencia
con las miradas de árbol,
con la sombra de lámpara en mano para no extraviar
el engranaje de los ojos,
raíz
que marcó
nuestra frente
con
un
signo
sonrisa de carbón entre las manos.
*****
Después de todo hay sabor entre las piedras,
algún girón de costumbre
o rescoldos de memoria que la yerba nos tatúa
en la tierra parida en nuestros ojos.
Tierra baldía
en este pórtico constante de chicharras,
escombros de árbol
para roerse con el tiempo.
*****
Las hojas caen como estrellas afiladas
sobre el musgo,
luego el viento las derrama
en las pupilas y los poros.
Las mariposas en sesgo
riegan su polvo entre los árboles,
cuando el colibrí en las ramas
bebe por su túnel de garganta estrecha,
y nos despierta en el umbral de la carcajada del cuervo.
*****
Alumbrada por ángeles en el traspatio
cerco a las pequeñas bestias que oyen nuestro cuento
y depredan cascajos escupidos en el desayuno.
Sus alas ebrias en jardines
despiertan a este siglo:
viejos de prisas y demencias,
asidero de hojas sedentarias
destinada a su perpetua historia de ansiedad.
*****
Dos hojas se desprenden en aquel silencio,
la raíz de lengua rasga los ojos
de la tez redonda por el sol de las tres de la mañana
para escuchar la palabra enredada en la hierba líquida
de la montaña:
La lluvia ha muerto
después de un crepúsculo habitual,
dispersa entre las rocas
en el hilo de aves que corren
por el mar de viento,
hace raíz de historias en
las sonrisas sueltas de la gente.
*****
Caídos del insomnio corporal,
en la cúspide selvática,
escuchando pisadas en tierra
de tacones sin forma en los oídos,
en el agudo engranaje de los ojos.

II

CAMINO DE YERBAS MUDALAR

Vuelan las aves sin descanso
por un cielo amargo que bosteza nubes grises,
remojan sus alas de tristeza en la lluvia de años
bajo el párpado lunar.
Su encuentro en esta calle:
asombro irremediable,
ácido
camino de yerbas muladar.
Un enjambre de aves
emboscadas entre cuentos,
en la saliva rasgada de mi espanto;
telar de párpados oscuros que olvida el grito manso
atrapado en una casa:
cuántos ojos de ventana tuertos
por el sol bajo
en la ciudad.
Las aves merodean una copa cuarteada de aliento
una pipa quebrada por el ansia,
un bosque,
con el tanteo de su luz sobre los aires.
Se apaga la penumbra
y caminan cautelosos los disparos:
calles con su tono seco siembran gestos de locura,
aunque en aquel vacío de costumbre me cuelgo la palabra sin apuro:
el labio reclama,
se perfila en voz espatulada
y raspa la garganta quieta.
Tiempo de aves muertas
en la cuerda alada del viento,
con sus garras en lingotes de papel.

III

LA MEMORIA

Para los guerreros milenarios,
para los pueblos de Oaxaca.

I
Era de noche por las orillas del viento,
cada paso de sombra
se arremolinaba en el junco,
cada palabra seca guardaba su silencio
en una jícara,
hacía oscuridad entre los pies.
Aquellas aves palparon su mirada una a una
con el entrecejo adusto colgando de su frente,
para que sus ojos,
luz donde el llanto no cabe,
reptaran en el pensamiento herido.
Anoche cayeron los siglos
como una granizada de plomo que acecha la tarde;
tocaron cada puerta de las calles;
abrían la memoria que duerme a la orilla de una cama,
en la garganta del anciano
atada en el tronco
en la raíz dura del enfado.
La que va por el camino anegando
leyendas de humo
entibiadas en la dura lumbre del fogón,
la que mañana
nos despertará con la palabra inquieta
para decirnos que a la calle han vuelto,
que las aves siguen merodeando la plazuela
y no se casan,
y no olvidan.
Pero esta mañana,
todo es veredas anchas por donde correr,
gritos que alcanzan cada trasto de miseria
en el borde de una mesa.
Los ojos de esta gente
son una urdimbre de mi memoria
que teje con sus voces altas
los siglos de barro entre sus lenguas.
Esas aves cargan la historia en sus garras:
la del niño con su panza serpenteante de moscas,
la del viejo con su espalda quebrada,
la de áridos maíces en cada surco de la tierra.

II
En la plaza hay un tumulto
de máscaras antiguas
que se mecen por los resquicios del tiempo,
en las esquinas
se levanta la palabra
junto a los muros de ladrillo seco
para colarse en la puerta de las chozas,
y despertar a la orilla de los labios
después del vapuleo hondo.
Nidos en medio del cuerpo anegan sus vapores sordos
en la boca,
mal graznido de garganta quebrada,
alarido crudo
entre las llamas de un horno
que deshila nuestros cuerpos:
todo es trabazón de terquedad
cuando las aves rondan los huesos
tendidos por la noche.

III
Piernas incrustadas en el caudal del río,
tejidas con los guijarros de silencio;
miradas entre la neblina ciega de los árboles
que hoy en sus labios de piedra anidan musgo,
beben de la boca de los peces
un poco de sangre para no morir
en la curva de un reloj petrificado.
Busco los labios de nuestra muerte
entre la polvareda,
pero hallo los huesos de un pueblo antiguo
que aún no duerme.

IV
Se han ido a la montaña como guerreros
para enterrar la memoria de un pueblo milenario.
Han caído,
con gotas de sol y sangre.


EPÍSTOLA I

Juntemos aquellas impiedades
que hacen estigma sobre el cuerpo,
para luego desnudar
nuestro mapa individual
el que zurcimos con los dedos rotos.
La gente empolva las palabras,
las mete debajo de la almohada;
cava huecos para incrustar su voz en ellos;
se encaja el tedio
y vive al día,
sumando amaneceres y minutos.
Pero nosotros
surcamos con las mismas alas,
de hilos y crepúsculo entre la mirada,
este triste azul en la tormenta.
.
EPÍSTOLA II
Dar un paso
mirar con la punta del tobillo
al enemigo
que acecha entre follajes
de palabras.
Tirar bolígrafos al viento
y escudarlos con el cuerpo mapeado
de batallas,
que no venga el consenso a mitigarlos.
Dar un silencio al caos
meditar
entre la yerba nocturna y la barbarie:
ése a dónde ir,
aquél a dónde poblar
los nuevos estratos del espacio
que nos dejan en el mutismo.
De cabeza
partida la razón,
escindido el tacto ocular,
otra cuarteadura en los recuerdos.
Abrir la vista de los pies
ver quién nos persigue los talones
para congelar sus hazañas en la nada:
zanja inerme que hierve de farsantes.

TERESA DE JESÚS: Habemus papa y otros poemas

I
Habemus Papa
pápa-pa-pám
pápa-pa-pám
líder ya tenemos
espirituales
del mundo y sus tentaciones alejadis
alejadis
custodios de poderes y riquezas
somos
non descuidaris.
Las turbas cantan gloria
gloria patri
pero podrían cantar victoria
salve salve
brazos alzar contra nos
turbas oscuras.
Dicen hambre/murmullos
ora pro nobis
gritan sida/alaridos
ora pro nobis.
Vociferan con poderosas voces
Non grata vox.
A sufrir hemos venido
Y el Paraíso vendido
Pecata mundi.
Habemus Papa
pápa-pa-pám
pápa-pa-pám.

II

EXTRANJERO
El que llegó de la niebla
viene ovillando murmullos
y deshilachando voces.
Con la garganta desnuda
suele enfrentar las fieras
y sin tijeras recorta
el aliento del mochuelo.
Era su piel de durazno.
Entró como quien llegara
a la entraña de la madre,
un asombro lo enmudece
una voluntad lo para,
aguas lejanas lo empujan
pero lo detiene un llanto.
Estaba tallado en piedra.
¿De dónde viene el viajero
más lejos que las neblinas?
herida trae la boca
y son heridas de escarcha.
El sendero que lo trajo
se disgregó en la memoria.


III


LA FILOSOFIA DE LA OVEJA
Carece mi cuello de esbeltez
y mi sombra de gracia.
No giro mi cabeza a lo alto
¿acaso tiene pasturas el cielo?
Si los árboles tuvieran algo
interesante que ofrecer
¿no tenderían su follaje sobre el suelo?
El interés de los árboles radica en su sombra.
Pasto y agua me bastan.
Tal vez no soy feliz pero
¿quién desea aquello que le es desconocido?
El frío no es mi enemigo.
Yo tengo abrigo natural.
Al ataque y a la ofensa no me opongo.
La palabra resistencia
no tiene para mí significado.
Soy oveja.
El cerdo patalea y chilla.
No mi estirpe.
Soy la heredera del silencio y del aguante.
Si hay sombra me protejo,
si no la hay no pido un abanico.
No arrastro tristezas.
Me alegro si encuentro agua
y es un festín una pastura nueva.
No exijo caricias ni las doy.
Si lidero una fila no pienso en el camino
y está lejos de mi intención
apurar el paso o retardarlo.
Sé que todas llevarán mi ritmo
pero no me desvelo por ello.
Si voy entre el montón no me preocupo
adónde nos conduce la señera.
Ni envidio su posición ni me retardo.
Soy simplemente oveja.
No sirvo para circos
no está en mi carácter
divertir a nadie.
No me interesa parecer inteligente
ni me propongo complacer.
Si me cae el sol de plano
lo recibo.
Si he de mojarme
lo acepto.
Si viene el lobo
es mi destino.
De vieja no he de morir,
sencillamente.

IV

UNA SOLA MADRE FALTA

El cabritillo bala
amarrado a una estaca.
Los indiferentes pasan
Apuñalando la tarde.
La madre dónde estará
en la montaña más triste
sin el balido del hijo
la flor se le vuelve piedra.
Los indiferentes pasan
la madre lleva su luto.
El cabritillo es alzado
para el último balido.
El cielo manda cien madres
en cien nubecitas blancas.
Se queda azul la mirada
del cabritillo que sueña.
Y en las praderas del cielo
una sola madre falta.