MANEL MORA: Poema XXXIV (De luz y de Sombra)
XXXIV
Las palabras hurtadas del secreto vientre de los libros
vagan por la memoria, se apretujan en mi garganta
en una orgía de sonidos ininteligibles.
La respiración se alarga persiguiéndolas.
Son sombras. Lunas negras.
Mi espíritu
sin voz
me sumerge
en una sensación de inseguro malestar.
Por vez primera,
la palabra, esa gota de rocío
que,
a veces,
sólo a veces,
brilla en el blanco pétalo de mi cuaderno,
ahora titubea en mi lengua.
Apenas, un simple balbuceo.
Lunas ciegas.
El pequeño brote de una lágrima
deja un rastro duplicado en mi rostro.
Perdón
si nada más adquieren perfecta ternura
en la suavidad de mi verso.
Las palabras hurtadas del secreto vientre de los libros
vagan por la memoria, se apretujan en mi garganta
en una orgía de sonidos ininteligibles.
La respiración se alarga persiguiéndolas.
Son sombras. Lunas negras.
Mi espíritu
sin voz
me sumerge
en una sensación de inseguro malestar.
Por vez primera,
la palabra, esa gota de rocío
que,
a veces,
sólo a veces,
brilla en el blanco pétalo de mi cuaderno,
ahora titubea en mi lengua.
Apenas, un simple balbuceo.
Lunas ciegas.
El pequeño brote de una lágrima
deja un rastro duplicado en mi rostro.
Perdón
si nada más adquieren perfecta ternura
en la suavidad de mi verso.
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